miércoles, 20 de octubre de 2010

El día que cumplí 40 años mataron a un pibe....

El día que cumplí 40 mataron a un pibe.
Eso es lo que voy a terminar recordando dentro de un tiempo.
Le agradeceré de todo corazón a todos los que se tomaron la molestia y el trabajo de escribirme y lo haré de corazón, eso sin lugar a dudas.
Pero el día que cumplí 40 mataron a un pibe.
Mariano Ferreyra, un militante del PO terminó muerto luego de un “enfrentamiento” ( según dice el “demócrata” Feinman en C5N ) con la “patota sindical”.
Ese mismo Feinman que los hinchas de Estudiantes recordamos “tiernamente” por haberle dicho a Verón que se había “vendido” en un Mundial.
Ese mismo cobarde que detrás de una cámara siente y se arroga el derecho a “la impunidad que da una cámara”.
Feinman, si conocieras un 5 % de las acciones de Sebastián para con quienes más lo necesitan, verías que a vos no te alcanzarían ni 10 vidas para llegarle a los talones.
No se como lo llamará el común de la gente, pero yo a Feinman lo llamo “hijo de puta!”.
De chico, cuando aún tenía la posibilidad y el tiempo de soñar, siempre imaginaba un mundo justo, donde no hubiese chicos que se mueran de hambre ni madres que tengan que llorar la muerte de un hijo como sucede hoy.
Eso recuerdo de mis épocas del Centro de Estudiantes del Normal 3.
Hoy cumplo 40 años y hay una madre que ya no tendrá a su hijo para compartir una sonrisa, un abrazo o un “Estoy orgulloso de vos!” como me dijo mi Mamá cuando me saludó por mi cumple.
Y, la verdad, siento que cualquier canción que uno pueda escribir no sirve de nada cuando hay que enterrar a un pibe de 23 años que quizás, lo único malo que hizo en su vida sea haber creído que había cosas que podrían estar mejor.
Yo también soy uno de los que insultan cuando hay una calle cortada. No soy ni un revolucionario ni un “adalid” de nada. Ante todo, y mal que me pese, termino siendo un “argentino”.
Si lo pienso fríamente dos segundos, creo que todo reclamo es justo y válido. Que todas las personas deben tener el mismo derecho.
Pero como buen argentino lo primero que hago es putear y lo segundo, analizar lo que dije o pensé. ( y arrepentirme por lo que pensé 2 segundos antes )
Insisto, ni un adalid ni nada parecido. Un tipo que escribe canciones y suele ser sensible a las necesidades ajenas.
“Si vos tenés y el otro no, compartí así tienen los dos”. Me decía de chiquitito mi Abuela y me quedó grabado.
Yo no me cago de hambre ni paso tantas penurias pero eso no me habilita a que no me importe el hambre ajeno. Al contrario, creo que me habilita ( y obliga ) el doble por el simple hecho de no tener penurias. Solo por eso necesito, y me es imperioso, que me importe más aún quien no tiene el privilegio de comer todos los días.
Comer todos los días se está transformando en un privilegio.
Todo asesinato es repudiable.
Ya sea la Hiena Barrios matando a una chica embarazada y con toda la vida por delante, ó el (no encuentro adjetivos para calificarlo) que disparó contra Carolina Píparo permitiendo y obligándola a pasar sola, sin su pequeña criatura, el primer día de la Madre con el que (seguramente) tanto había soñado.
Todo asesinato es repudiable y, cuando el Estado lo permite, es doblemente repudiable.
Hoy, el día que cumplí 40 años, la mamá de Mariano Ferreyra no podrá decirle “Estoy orgulloso de vos” como me dijo mi Mamá.
O quizás si, pero Mariano ya no va a estar para escucharla y saber/sentir, que no hay nada como la palabra de una madre para saber que uno va transitando por la senda correcta.
Hoy, el día que cumplí 40 años, mataron a un pibe.

Iván, 20 de octubre de 2010.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

El día que Paolo debió llamarse Guillermo

Prólogo

- Definímelo a tu viejo - le pido a Bárbara por mail y su respuesta no me sorprende en lo más mínimo.

- Mi Papá es el tipo más bueno del mundo. Tiene un corazón enorme. Cada persona a la que conoce le deja una marca imborrable.
Es un ejemplo en todo, no solo como jugador, sino como persona.
Siempre se sacrificó para que no nos faltara nada, y nos criaron, tanto él como mi Mamá, de una manera que, en la época en que era famoso y estaba bien económicamente tanto como después de jugar que no tenia nada, aprendiésemos a valorar las cosas de la misma manera cuando había o cuando no teníamos nada.
Las personas no son por lo que tienen sino por lo que son.
Ojala yo pudiera criar a mis hijos con los valores con los que nos crió él (aunque me conformaría con la mitad de lo que es mi Papá ), es el ejemplo del sacrificio, es buena persona de corazón, no hay vueltas que darle.
No tengo más palabras para definirlo

Me quedo pensando en algo que me escribió Bárbara. “Mi viejo deja una marca imborrable.”
Y sí… tal cual.

La Plata, Marzo de 2009, un año y medio atrás.

Mucha gente cercana a Guillermo me había hablado de él.
De su calidez, su sencillez y su generosidad.
Para mí, que no lo conocía personalmente, seguía siendo aquel ídolo de mis 12 años; ese que me transportaba cada domingo por la tarde, a través de la radio Tonomac de mi vieja, a un mundo maravilloso que traía consigo: goles, gambetas e incluía, sobre todo, una entrega sin igual a base de esfuerzo para ganarse un lugar en la historia de los grandes.
Un espacio, el reservado para los que marcan la historia, que Trama ocupó hace ya mucho tiempo y de una manera por demás merecida.
Paolo se ganó la entrada al Palacio de las Grandes Glorias en el patio de la vieja casa de la calle 57 Nº1120 donde yo vivía siendo niño, cuando cada domingo por la tarde soñaba ser como él.

Aprendí de tanto verlo jugar, que hay que romperse el lomo para llegar donde uno quiere llegar. Que para todo se requiere una dosis muy grande de sacrificio pero, por sobre todas las cosas, hay que proponerse llegar donde uno quiere llegar y luchar para ello.
Eso aprendí viendo jugar a Paolo.
Gracias a sus goles y a su entrega dentro de la cancha, tanto como a las canciones de los Beatles, aprendí a luchar.
Paolo Trama es mi Beatle favorito. Es John Lennon jugando con la 9 albirroja.

Cuando gracias a mi hermano de la vida, Dieguito Raimundo, y a la gente de la Agrupación Apertura Pincharrata de Mar del Plata, esa Agrupación que es el orgullo de Guillermo, tuve la posibilidad de conocerlo personalmente me di cuenta que todo lo que yo había imaginado sobre él, y lo que sus amigos me habían contado, era poco.
Supe al conocerlo, que la sencillez y generosidad de Guillermo superaban ampliamente lo que yo imaginaba.
Las virtudes que yo conocía eran las de mi ídolo, las del Paolo Trama goleador de Estudiantes de La Plata.
Las virtudes de un guerrero.

Resultó cierto lo que tantas veces Dieguito me habían contado.

La dimensión del Paolo Trama jugador, que ya de por sí es enorme, se ve superada y agigantada por la dimensión del Guillermo Trama ser humano.

Tomar mate con Paolo y con Diego un sábado a la tarde en el Country de City Bell es mucho más de lo que jamás hubiera podido soñar; y eso que he soñado mucho en mi vida y aún lo sigo haciendo.
Escuchar sus anécdotas, sus vivencias en aquel glorioso equipo de ’82 – ’83, las enseñanzas del Dr., verlo dar consejos a los pibes de las inferiores, de la Reserva, su firma en mi camiseta con el 9 estampado en la espalda que guardo como uno de los tesoros más preciados.

En resumen… todo

El chico que hace algunos años se fue de Nicanor Otamendi para jugar al fútbol.
El goleador de raza.
El luchador.
El ídolo de mi infancia, y lo más importante….
Un gran tipo.

Introducción

Cuando Balbina Josefina Otamendi donó un predio para que se instale la estación de Ferrocarril que llevaría el nombre de “Dionisia” en memoria de su madre, jamás imaginó que su apellido iba a pasar a la historia.
En realidad, el apellido de su tío abuelo.
Nadie sabía aquel 29 de Mayo de 1911, cuando el Gobernador José Inocencio Farías firmó el “Decreto de Fundación” de la Localidad de Comandante Nicanor Otamendi que años después pasarían a la Historia.
Ninguno de los dos, ni Balbina ni el Comandante Nicanor, imaginaron que esa tierra cercana al mar sería la cuna de la historia.
No podían saber, claro, que en la localidad de Comandante Nicanor Otamendi iba a nacer, un 3 de febrero, Guillermo José Trama, el de los goles importantes.

I

La tribuna visitante del Amalfitani está que explota. No cabe un alfiler.
Si la viera el finadito Gatica diría: “General, oiga como ruge la leonera”
Es que es así. Las gradas parecen doblarse aunque sean de cemento por el peso de miles de gargantas que no paran de gritar: “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los goles de Paolo que ya van a venir”.
Rugen los leones en el día de la Madre y a Doña Coca se le hincha el pecho de orgullo por escuchar como la hinchada del Campeón de América vaticina que el nene hoy va a regalarle a ella un gol histórico.

El Profe Echevarría, la bondad hecha persona, está a un costado del vestuario con la vista clavada en ningún lado. Da dos pasos, como pensando bien lo que va a decir, y se acerca con su histórica dulzura:

- Guille, mirá si dentro de 30 años viene un pibe y te dice “Paolo, gracias por alegrar mi infancia con tus goles…. Yo soñaba ser como vos”.
Hoy es el día ideal para entrar de una vez y para siempre en el corazón de toda esta gente, Guille.
Vos, que te rompiste el alma cuando viniste, hoy vas a tener tu premio.
Hoy vas a hacer un gol que va a vivir por siempre en la memoria de los hinchas.

En cancha de Vélez falta más de media hora para que empiece el partido pero Guillermo Trama ya sabe que hoy es el día en el que se convierte en grande absoluto.

II

- Guillermo, lavate las manos para sentarte a comer – dice Mamá Asunción con la ternura de siempre.
- Si Má, ya me las lavé – responde Guille y se seca con el mantel sin que Asunción lo vea.
- Sabés Mamá? Hoy hice dos goles, preguntale a Papá, él los vió.

El Piso de los Deportes, al lado del Casino, en Mar del Plata era, en ese momento, el lugar ideal para ese goleador de 5 años.
Porque goleador se nace.
Ese pibe que soñaba con la Primera de Círculo Deportivo, descocía la de tiento en Mar del Plata y ya brillaba con esa luz única que tienen los elegidos.
Círculo Deportivo de Nicanor Otamendi era un club chico, el club del pueblo. Allí donde Roberto “Chiquito” Trama pasaba sus horas, las que le dejaba libre el cultivo de papas, soñando con ver a Guille jugar en Primera.
Hay momentos en la vida que forjan el carácter de una persona para toda la vida.

III

Hay que jugar de 10 al lado de Guillermo para escuchar:

- Vieja, me buscan de San Martín de Mendoza, te animás?

Solamente Ana Inés podía animarse a eso.
Quién más? Sino su compañera de la vida.
No cualquiera juega de 10 al lado de un 9 como Guillermo.
Guillermito tenía un mes y, hacia la tierra del buen vino, fueron los tres.
El Nacional de 1976 no fue poca cosa. En un año oscuro como pocos en la historia, Guillermo tuvo una luz única.
San Martín de Mendoza entró en la historia.
Ya lo dijo “El Gráfico”…. El mejor 9: Guillermo Trama.
Alguna vez alguien va a tener que reparar la historia, o al menos escribir una carta de lectores a revista El Gráfico para pedir una rectificación y aclarar que al lado del 9, siempre hay un 10 que distribuye el juego y lo ordena para que el goleador rompa las redes.

IV

Avellaneda, sin lugar a dudas, le cayó bien a Guillermo de entrada nomás.
Un lugar con onda, un lujo reservado para pocos.
Agustín Mario Cejas, el 1, gritaba desde el fondo.
Carlitos Squeo y Julio Ricardo Villa era compañeros ideales para mover las redes.
Una voz ronca, desde el banco, daba órdenes directas y precisas:

- Trama, Trama, apunte al cartel de “Vinos Crespi” que ahí siempre va a estar parado Villa. Hágame caso que haciendo esas cosas salimos Campeones del Mundo en el ’66. No se crea que Zubeldía se las sabía todas eh? Pizzutti también tenía lo suyo.

Alfio “Coco” Basile, en el banco de suplentes, marcaba el ritmo.

Y a ese ritmo, Trama le regaló 15 goles a la Guardia Imperial.
No debe haber un Académico que no recuerde la tripleta gloriosa a Sarmiento de Chaco en aquel 5 a 0.
La tapa de la Revista Goles en Nicanor Otamendi pasaba de mano en mano.

- Es el Guille, el hijo de Chiquito y de Coca que parece que la está rompiendo en Racing – comentaban los parroquianos en la Plaza del pueblo no pudiendo creer que Guillermo, el mismo que corría en esa plaza con sus hermanos unos años antes, hoy esté triunfando en la capital.

V

La Sinfónica sonaba como pocas…. Música pura para aquellos degustadores de la exquisitez deportiva.
Don Angel Tulio Zoff, batuta en mano, dirigía allá por 1978 a ese grupo de intérpretes que hacían de la pelota un Stradivarius.
Guillermo, para no perder la costumbre que traía desde Círculo Deportivo, arrasaba con las redes.
Los hinchas de Chacarita deben llevar, aún, marcados con dolor aquellos tres tantos al hilo el día del debut en cancha de Newell’s
Aquella orquesta sonaba de memoria de la mano de Ricardo José Ferrero, Daniel Alberto Carnevalli, Víctor Marchetti, José Luis Gaitán, Daniel Sperandío, Félix Lorenzo Orte, Daniel Teglia, Oscar Agonil, Héctor Chazarreta.
Eran como los Solistas de D’arienzo… música pura para los oídos de la gente laburante.
Y como no podía ser de otra manera, Trama, era el solista de lujo.
Y así llegó el momento de dar la vuelta un 21 de Diciembre.
La cabeza de Guillermo bulle de recuerdos mientras abrazado con Daniel Sperandío y Félix Orte da la olímpica.
Lloran todos. Y Guillermo llora dentro del verde césped. El lugar donde lloran los grandes.

VI

Y alguna vez tenía que pasar…. La garganta del Diablo se iba a quedar afónica.
Avellaneda siempre fue un lugar con onda para Trama.
La historia estaba marcada de antemano.
Esa no me la tienen que contar, esa la ví yo a los 12 años.
Lloré solo, como buen hijo único, en mi habitación porque mi Papá no estaba para llevarme a la cancha.
Nadie lo sabe pero yo di la vuelta aquella noche en Avellaneda de la mano de Guillermo. El tampoco lo sabe, jamás se lo conté, pero en mi sueño de nene era así: el réferi pitaba el final y Guille se acercaba y me decía “Vení, vení a dar la vuelta conmigo” y yo salía a la cancha con todos esos monstruos….
Julián Camino, Abel Herrera, Alejandro Sabella, Claudio Gugnali, Hugo Gottardi, Miguel Angel Russo, José Daniel Ponce, José Luis Brown, Manzana Gette, Sergio Gurrieri ( que dentro de 30 años me dirá que estoy bárbaro para jugar en Veteranos… ), y por supuesto, el mejor de todos, Guillermo Trama.

A esa pelota que a los 44’ pateó Guillermo la soplamos todos para que entre, hasta yo soplé desde mi casa.
Y entró… lo que tardó el balón en traspasar la línea, ese tiempo eterno, fue el tiempo necesario para que todos los hinchas de Estudiantes recordemos a sus nuestros seres queridos que no llegaron a ver la vuelta.
El Escribano Correbo, el Presidente, un lujo de ser humano, se comía las uñas en la platea.
Esa fracción de segundos trajo a la memoria de miles de fanáticos a padres, madres, abuelos, tíos que, desde algún lugar mejor, patearon con Trama para que Estudiantes de La Plata sume una estrella más al firmamento de nuestra historia.

VII

Guillermo llora en un rincón. Despacito y en silencio.
Él, que hizo llorar de emoción a tanta gente, que me hizo llorar a mí, llora despacito y en silencio.
Siente que el corazón le va a explotar por tanta felicidad. Una sensación única e inigualable.
Mateo es chiquito y duerme plácidamente en sus brazos. Tiene que hacer un esfuerzo enorme para no mojar a la criatura con sus lágrimas.
A partir de ahora ya no será Paolo, Papá, Viejo, o Guille.
A partir de ahora va a ser el Abuelo Guillermo que por todos los medios va a tratar que tanto Mateo como Valentino, le salgan Pinchas aunque Diego, el papá, sea de Racing, y haya que pujar por la rojiblanca.
Paradojas de la vida.
Racing, Estudiantes, elijan el club que elijan los niños, el Abuelo brilló en ellos.
De todos modos, eso es lo de menos.
A Paolo no hay 100 goles contra Independiente a los 44’ que lo hagan emocionar tanto como tener a sus nietos en brazos.
“Solamente quien es Abuelo sabe lo que se siente” me va a decir Guille algún día mientras Valentino, en sus brazos, lo abraza con el amor con el que se abraza a un Abuelo.
A un abuelo goleador. Al Abuelo Guillermo.

Epílogo

En 1982, durante el Mundial de España, nos vinimos a desayunar que había un chico, un italiano, un tal Paolo Rossi, que era figura.…¿ y ?

Los Pincharratas cometimos un error en nuestra historia…

Las personas comunes, la de los viejos tablones de madera de 57 y 1, pura sangre y corazón, a veces nos equivocamos al invertir nombres y apodos.

Es simple.

Hay gente que marca la historia a base de lucha y sacrificio; que entra por la puerta grande y se queda a vivir por siempre en ese extraño lugar donde la memoria es eterna: el corazón de los hinchas.
Es por esa sencilla razón que en Estudiantes de La Plata no debemos ponerle apodos a nuestras glorias.

A todos esos jugadores que nos hicieron llorar de emoción porque nos llevaron más alto de lo que nuestros propios sueños nos llevaban; que nos trajeron de vuelta a nuestros seres queridos en cada grito de gol; que dejaron el alma en una cancha y nos tomaron de la mano para llevarnos a dar las vueltas; aquellos que nos hicieron creer que todo, cuando uno se lo propone, es posible.

A todos esos pibes que nos hicieron tan felices y que vivirán por siempre en nuestros corazones debemos llamarlos por su nombre.

Para no faltar a la verdad, a su debido tiempo, debimos haberle explicado a los tifossi italianos que debían ser ellos quienes le cambiaran el nombre a aquel goleador que tenían en la Squadra Azzurra del ’82.
Nos equivocamos feo, los goleadores no deberían tener apodos.
Eran ellos, los italianos, quienes debían decirle Guillermo a Paolo Rossi

Porque para nosotros los hinchas de Estudiantes de La Plata, los goleadores tienen que tener nombre y apellido.

Por ejemplo: Guillermo José Trama.

jueves, 26 de agosto de 2010

El día que Sebastián jugó en Estudiantes del Parque Saavedra

Una semana atrás…

Diluvia en el Country.
Por como llueve parece que fuera la última vez.
Con mi amigo Diego charlamos de las inclemencias del clima y recordamos las tardes embarradas en el Parque corriendo detrás de la “pulpito”.
Alejandro, con una carpeta repleta de anotaciones, se acerca hacia nosotros con su característico andar.

- Que hacés Ale, como va? Lo saludo sonriendo.
- El Trovador de Estudiantes – me responde mientras me da un abrazo.

Alejandro Sabella sabe por qué estoy allí. Conoce la historia de “Camisetas de pique”. Yo mismo se la conté una tarde en el Country cuando lo invité a participar de la grabación.
Había escuchado la canción meses atrás en Ensenada junto a Claudio Gugnali y los chicos de La Zubeldía y no la había olvidado.

Un rato después…


- Vení, vamos para el Golf que se presenta la nueva camiseta, trajiste la letra que te pedí? Inquiere mi amigo.

- Si la traje, acaso alguna vez te fallé? Por que me preguntás? Le respondo en tono de broma.

- Por nada, por nada. Me dice Diego y, bajo una lluvia torrencial, hacia allá partimos.


Cámaras y más cámaras de TV a la espera de la presentación y yo que no se que mirar primero. Si las camisetas, si los pantalones, si las medias.

Diego me mira y se ríe.

- Ruso, no las mires tanto que las vas a gastar. Me dice largando la carcajada.

No hay caso, sigo siendo aquel niño que, en el Parque, soñaba jugar en Estudiantes.

- Vení Rusito, Me dice mi amigo - acompañame que tengo que hablar con alguien.

Camino detrás de él esquivando la maraña de cables de las cámaras y de golpe escucho una voz que se me antoja familiar.

- Que hacés Iván, como andás?

Levanto la vista y veo que, para mi sorpresa, Juan Sebastián Verón me sonríe mientras me saluda con un beso.

Diego conoce mejor que nadie la historia de “Camisetas de pique”, la vivimos juntos y sabe que esta canción es suya, que es la historia de nuestra hermosa infancia de la mano de Luis, su Papá.
Sabe tan bien como lo se yo, que ambos soñábamos, de niños, este presente que hoy vivimos.
Parece que Diego no había olvidado cuando una tarde en su casa, hace meses atrás, le conté cuanto me gustaría que el 11 también participase en la canción.

- Estaría buenísimo que tires unas paredes con el 11, no? Preguntale si se copa, bah, si es que te animás a tirarle una pared al 11. Recuerdo que le dije en broma para chicanearlo.

Diego nos mira a ambos y dice:

- Bueno, los dejo. Uds. tienen cosas importantes que hablar y yo no quiero ni enterarme. Y se va riendo entre las cámaras.

- Vení, vamos atrás así hablamos tranquilos. Me sugiere Sebastián.

Antes de poder contarle mi idea al 11, me sorprende con un comentario.

- Hace días que vengo pensando en tus canciones, me gustan mucho. A ver cuando te escribís un par de letras y me invitás a participar.

El comentario de Sebastián me deja mudo, sobre todo porque cuando le pregunto si me lo dice en serio, me responde:

- Por supuesto que te lo digo en serio.

- Me vas a hacer sentir que soy la banda de sonido de estos colores. Le digo aún sin reponerme de su comentario.

- Es que es así y está muy bien que así sea. Sentencia el 11 con una sonrisa. Contame que necesitás.

- Necesito pedirte un pequeño favor Sebastián. Arranco temeroso de la negativa y, lo peor de todo, no se como seguir.

- Vos podés pedirme lo que quieras. Responde como para dejarme tranquilo y me deja más nervioso de lo que ya estaba.

Sebastián escucha atento la historia de “camisetas” mientras se la voy contando, me mira, se sonrie con mis anécdotas y, siento que a medida que avanzo, comienza a emocionarse con el relato.
Le cuento de Luis, de los fulbazos en el Parque, de Dieguito soñando ser Juan Ramón, en fin, le cuento nuestra infancia.

Mientras lee la letra que le di segundos antes me dice:

- Esto está muy bueno. Es verdad lo que decís de Diego y su hijo? Nunca me lo contó.
- Y, viste como es Diego, ya lo conocés, claro que es verdad. Le respondo sonriendo.
- Contame que tengo que hacer que me gusta mucho la idea. Me dice el 11 mientras sigue leyendo la letra.

Le cuento, mientras ahora el que se emociona soy yo, que si cierro los ojos lo imagino tirando paredes con nosotros en el Parque, escuchando la charla técnica de Luis, gritándole a Martincito que apure la marca y, sobre todo, lo imagino siendo el Capitán de Estudiantes del Parque Saavedra.

- Me gustaría que, por un rato y para esta canción, vuelvas a tener 11 años y juegues con nosotros, que seas un chico más y formes parte del Glorioso Estudiantes del Parque. Le comento. Eso es lo que quería pedirte.

- En serio me decís? Claro que quiero. Me responde Sebastián y sigue - Es un honor para mí. Cuando vos quieras lo hacemos, no tenés más que decirme cuando y lo hacemos.

Le agradezco al 11 de corazón y como la emoción me lo permite y, nuevamente, me sorprende su respuesta.

- No Iván, yo te lo agradezco a vos. Sabés que? De chico yo también soñaba en voz alta.

El carisma del gran Capitán brilla como si hubiera un sol fulgurante. Y afuera sigue lloviendo a cántaros.

Esta mañana, una semana después de una semana atrás…

El sol quema en el Country. A diferencia de la semana anterior, hoy es un día espléndido.
Me encuentro con Diego en el lugar de siempre y a la hora señalada.

- Que hacés Rusín, por acá te andaban buscando – me desayuna mi amigo.

- Que hacés Dieguín, quien me busca? – Respondo ni lerdo ni perezoso.

- Ahhhhh! espera y verás mi fiel Aprendíz – Me sorprende Diego riendo a carajadas.

Luego de unos minutos al sol, del gimnasio de la concentración comienzan a salir los jugadores del plantel profesional.
Mientras saludo tímidamente a los chicos, se acerca Juan Sebastián Verón y me dice:

- Iván, como vamos? Yo era el que te andaba buscando. Trajiste para que pueda grabar?

Obviamente, mi mochila rebalsaba de grabadores, cámaras y todo lo que pudiese ser necesario para ese momento que, en mi fuero íntimo, aún me costaba asimilar como real.

- Hola Sebastián, como estás vos? Si, traje en la mochila algo para grabar así que cuando quieras lo hacemos. – Respondo entre sorprendido y ansioso.

- Dale buenísimo – me replica el 11 – Si no estás muy apurado, esperame un ratito que terminamos el entrenamiento y grabamos tranquilos.

- Ningún apuro Sebas, dale tranquilo que yo te espero. Le digo mientras me descubro hablando con el Capitán América con la cotidianeidad con la que hablo con Diego.

Diego, que escuchaba la charla a distancia, me dice cuando los jugadores comienzan a entrenar y nadie nos escucha:

- Ves como es el 11? Ves por que es el más grande de todos? Porque viene, te llama por tu nombre, te muestra que está ansioso por grabar, y encima te pregunta si estás apurado. Esas acciones lo hacen más grande de lo que ya es. Y eso que es enorme.

Sería redundante agregar algo a lo que me dice mi amigo cuando nos hemos pasado tardes enteras charlando sobre esos gestos que tiene Sebastián para con la gente.

Cuando termina el entrenamiento, el 11 pasa y me dice:

- Me baño y estamos, seguro tenés tiempo?

- Si, seguro, dale tranquilo que no hay apuro. Le respondo y comienzo a sentir una ansiedad similar a la que sentía de niño un minuto antes de comenzar a jugar el derby en el parque.

Sebastián sale de la concentración después de un rato y me dice:

- Ahora sí, vamos que jugamos con Estudiantes del Parque Saavedra; Dónde te parece que grabemos? – me pregunta.

- Y, Sebas, la verdad? Creo que no debe haber lugar mejor que una cancha para grabar esto. Le respondo y siento que me tiemblan las piernas. 30 años después vuelve a salir a la cancha el Glorioso Estudiantes del Parque Saavedra.

El 11 me pregunta sonriendo:

- Juego con la 11, no?

- Vas a tener que discutirlo con Diego – le respondo risueño – Normalmente la usa él.

Después de hacer varias tomas para la canción me quedo charlando de música con el 11 a un lado de la cancha 1 del predio y, en un momento, me sale del alma decirle:

- Sebastián, siento que no me va a alcanzar la vida para agradecerte este gesto.

- Noooo, vos estás loco. Ya te dije que para mí es un honor jugar en Estudiantes del Parque Saavedra. – Me responde el 11 sonriente mientras me abraza y me repite casi al oído - Para mí es un honor.

Hoy…

Siento que quizás esa mañana en el Country me hice adulto. Que la mejor despedida que podría haberle dado a mi infancia y a Luis es esta canción.
Daría lo que no tengo por volver a ver a Luis aunque sea unos minutos para poder decirle:

- No sabés Luis, no sabés! Hubo un día en el que Estudiantes del Parque Saavedra, tu Estudiantes, volvió a salir a la cancha y tuvo un integrante más, vino a préstamo por un partido solo para jugar por vos.
Si Luis, de verdad.
Es Juan Sebastián Verón que tuvo que pedirle prestada la 11 y la cinta de Capitán a Diego, tu hijo.
Y sabés que Luis?, Sebastián estuvo orgulloso de jugar en tu equipo.
El Glorioso Estudiantes del Parque Saavedra.
No Luis, no me lo tuvieron que contar. Yo también jugué ese partido.

jueves, 29 de julio de 2010

Las topicaciones de flúor

La única vez que mi Papá me llevó a la cancha fue a ver a Estudiantes….
Creo que, por más tiempo que pase, jamás podré olvidar esa sensación….
El “Oooh, no te vayas Campeón, quiero verte otra vez…” Resuena en mis oídos cada vez que cierro los ojos.
Yo no me crié con mi Papá.
Cada vez que él venía a la Ciudad de La Plata a verme, desde ese pueblito donde yo había nacido, había que hacer alguna actividad…
Por lo general ganaban las que a mi Papá le gustaban…
Jamás las que me gustaban a mí.

Siempre se imponía ir a ver espectáculos de folklore pero nunca fútbol…..
Esas cosas que tiene la gente de pueblo…
…y mi viejo era un pueblerino.
Mi abuelo le dio la posibilidad de estudiar y recibirse de médico con honores en la Ciudad de Buenos Aires y sin embargo, nunca dejó de ser un pueblerino, de esos que creen que la ruta que pasa por el pueblo es la frontera y todo lo que está del otro lado se llama mundo exterior….
Y hacia ese pueblo donde un día yo nací, volvió un día….
Así hizo su vida y su camino…

Yo, por suerte, elegí un camino distinto….
Elegí ser músico.
Un camino único que no se puede expresar con palabras…
Tan único como ser hincha de Estudiantes.

Volviendo al tema, el asunto es que una sola vez en mi vida convencí a mi Papá que Paolo Trama era mejor que el Chango Nieto porque no cerraba los ojos para hacer los goles.
Que la cancha de Estudiantes era mejor que “La Vizcachera”.
Y todo bien con el Chango pero Paolo era Lennon con la 9 y yo siempre fui fan de los Beatles.
Y hacia allá fuimos…. A 57 y 1…
La Capilla Sixtina del Fútbol….
El Vaticano de los ateos….
La Cancha de Estudiantes de La Plata.

Jugaba el equipo del Dr. contra el Vélez del Beto Alonso…..
29 de Enero de 1983… Imposible de olvidar…
Fecha 37 del Metro ’82..

La única vez que logré que mi viejo me lleve a la cancha y el partido duró solo 45 minutos…
Me quería morir.
Toda una vida esperando para ver al Pincha y de golpe todo se escurre en 45 minutos.

Tuve la mala suerte que un petardo estallara en el vestuario visitante y que el Beto Alonso, aquella figura de River que en ese momento jugaba para El Fortín, se hiciera el aturdido….
El mismo Alonso que, sin saberlo, nos dio la posibilidad de disfrutar de la magia de Alejandro Sabella…
Una aturdida del Beto bastó para que el referí suspendiera el partido.

Yo tenía ganas de ir al vestuario a explicarle al árbrito: “ Mire Jefe, me costó 12 años de mi vida lograr que mi viejo me traiga a la cancha para que usted me suspenda el partido así como así?”
No era justo….
Cuando volví a mi casa me largué a llorar dentro del baño por la impotencia y porque no quería que mi Papá me viera llorar…

Me había aguantado como un señorito inglés las topicaciones de flúor que me hacía Saulito Reszes, mi odontólogo, sólo porque era la condición que me había puesto mi vieja para dejarme ir a la cancha.

Menos mal que mi Mamá no le había contado las condiciones a Saulito, que había sido capaz, en su momento, de dejar plantada a Delia, su novia, solo porque jugaba el León y él no podía faltar.
Estoy seguro hoy, que si Saulito hubiera sabido que las topicaciones eran la condición para ver al Pincha me hacía la segunda e íbamos los dos juntos a la tribuna.
A la mierda las topicaciones de flúor! Pincha hasta la muerte!
No me cabe ninguna duda.

Tuve que esperar, conteniendo esa mezcla de bronca y ansiedad, hasta el 11 de Febrero para que se juegue el segundo tiempo.
Para ver el centro del Bocha Ponce y ese cabezazo mágico del Tata que valía lo mismo que un pasaje a Córdoba para todo el equipo para enfrentar al Talleres del Chocolate Baley, Chupete Guerini y la Pepona Reinaldi….
Aún lo escucho a Juan Carlos Morales gritar el gol de Brown por Radio Rivadavia….
La gloria al alcance de la mano…

Segundas partes algunas veces son buenas.

Para ver el complemento tuve que pedirle a Elías, el Papá de Lucas, un amigo, que me lleve a la cancha, porque mi viejo no tenía tiempo para llevarme, ni siquiera estaba en La Plata.
Peor aún… No era hincha de Estudiantes.
Él se lo perdió….
Jamás sabrá la emoción que se siente cuando uno llega a una final.

No pude ir a Córdoba…
No daba la edad ni la economía familiar pero, si cierro los ojos, escucho la formación de aquel día…..

Delménico; Camino, Brown, Landucci, Herrera; Russo, Ponce, Trobbiani; Trama, Sabella, Gottardi.
Director Técnico: Carlos Salvador Bilardo.

Siento en la piel los cambios que elaboraba el privilegiado instinto del Dr. que mientras se arreglaba la corbata le decía a Claudio Gugnali que entraba por el gigante Abel Herrera….
Jamás entendí por que a Abel Herrera le decían “Enano”…
Para mí siempre fue un gigante que, con la 5 en la espalda, defendía la camiseta rojiblanca como si la hubiera inventado él….
Como si Estudiantes fuera su propia casa y la mitad de la cancha, el living al cual uno deja entrar a los invitados que quiere…

Quizás fuera así… Quizás para Herrera, Estudiantes era SU casa y dejaba entrar a quien él quería…
Por como marcaba a los rivales, siempre me dio la sensación que no quería invitados en el living….
Algún día, si tengo la posibilidad de encontrármelo se lo preguntaré…
En esa época, lo esperábamos con Javier, un compañero del Normal 3, cada día en la puerta de su casa para pedirle que nos firme un autógrafo pero no se nos ocurría preguntarle esas cosas…

Tampoco se le ocurría a mi amigo Manzana Ibarrart, años antes de aquellos años, cuando vivía en una casa al final de un pasillo….
En la casa de adelante vivía Oscar Pezzano y cada vez que el Flaco salía para subirse a su Fitito e ir a entrenar, Manzana y sus amigos le gritaban “ Pezzano, Pezzano, atajáme un penal ”…
Y el Flaco, paciente como pocos, se paraba entre dos árboles y hacía la mímica de atajar un penal, solo para que un grupo de chicos, hinchas del Tricampeón, se pusieran contentos y pudieran, en la mesa familiar esa noche, contar que el Flaco Oscar Pezzano les había atajado un penal.

Herrera, Pezzano, el partido contra Vélez…
La puta madre, como me están pasando facturas las primaveras…

Hace ya mucho tiempo que no veo a mi Papá, pero siempre vuelvo a emocionarme cada vez que veo a Estudiantes, como si cada domingo fuera aquel 29 de Enero de 1983.
Como si hubiera tenido que aguantarme las topicaciones de flúor.
Como si fuera la primera vez.

Roberto Marelli, el Quinto Beatle

"Miren bien ese sótano... De allí salieron los Beatles”.

Estoy sentado en la sala de espera de una odontóloga ( a la cual no conozco ) esperando mi turno y me viene a la mente esa frase, y la frase que vino después de esa frase.

“Los Beatles se plantaron solos contra el mundo y ganaron, y lo lograron porque creían en lo que hacían, creían en sus ideales. Bueno, nosotros somos como los Beatles, estamos solos contra el mundo y queremos ganar apoyados en la fuerza de nuestros ideales”.
Lo vuelvo a pensar y a tratar de ordenarlo dentro de mi cabeza y se me pone la piel de gallina.
La puta madre, que tipo impresionante!
Para los que profesamos la religión Bilardista y nos hemos criado soñando ser como Lennon esa frase se nos hace antojadizamente única e inigualable.
Sigo esperando mi turno y hago fuerzas para que no se me piante un lagrimón mientras repaso cada palabra de sus frases.
Me suenan una más increíble que la otra.

Solamente el Doctor Roberto Marelli podía contarle de los Beatles a Cacho, al Tucu, a la Bruja, a Manera, a Poletti, a sus colegas Madero y Bilardo, a todos….
Solamente él.
Será que ayer se hizo imortal y por eso hoy recuerdo todas las frases juntas?

Quizás sea eso. Quizás sea la tarde que pasamos con mi amigo Diego en la casa del Profe Kistenmacher escuchando anécdotas. Quizás sea que me estoy viniendo viejo y me pongo más sensible.
Quizás.
Los Fab Four.. Los Beatles de La Plata… Mangano, Zubeldía, Kistenmacher y Marelli.
Insisto. Que tipos impresionantes.

Ayer se fue el Doctor Marelli, un grande.

Estoy casi seguro que todos los muchachos Campeones del Mundo pusieron un disco de los Beatles para despedirlo.
Yo lo hice.
Puse Sgt. Pepper en mi casa y mientas sonaba “A day in the life” le dije, por si de casualidad pudiera escucharme:
Hasta siempre Doctor, gracias por tantas alegrías. Charle mucho con Harrison… con Zubeldía… con Lennon… con Mangano.
Tenga la plena seguridad que van a estar todos de acuerdo.
Si Ud ya lo dijo mejor que nadie:
“Se puede ganar, perder o empatar, lo que no se puede es defraudar a la gente”
Hasta siempre Doctor…. Hasta la próxima vuelta olímpica.

Mi propia vuelta olímpica

Escribo esto sentado en el mismo lugar donde escribí “El cielo nos queda muy chico” y “El 11 ( tatuado en el alma )”.
La misma silla, la misma mesa…. La misma emoción.
Por mi cabeza pasan tantas cosas que serían imposibles de enumerar.
Los golpes de la vida hacen que uno, por momentos, deje de recordar lo lindo que es llorar de emoción.
Hacía tiempo que no lo hacía como lo hice la otra noche.
Tantas cosas se me pasaron por la cabeza cuando Chandías pitó el final…
Casi las mismas que pasan en estos momentos por mi mente….

Mi infancia de hijo único soñando ser como Paolo Trama, haciendo goles en el patio de mi casa de la calle 57, cuando mi vieja se rompía el lomo para que yo pudiera comer y estudiar guitarra al mismo tiempo…

Cuarenta mil personas rugiendo en el Único, una semana atrás, en el partido de ida solo por la emoción de ver al León una vez más coronarse rey de América.

Cinco mil ser locales contra sesenta y cinco mil visitantes que, para peor de males, estaban en su casa….

Los partidos de aquel glorioso y salvaje equipo de mis compañeros de primaria: Mane, Choli, Mariano, Dieguito, Pablito, Santi, Emi, Estepa, Rami, Janchi… mi inigualable “Estudiantes del Parque Saavedra” en el cual me tocaba ser Oscar Pezzano….
Esos mismos chicos que 30 años después me llamarán porque están emocionados escuchando por todas las radios y canales de TV la canción que escribió el arquero de su equipo..
El gordito que iba al arco… yo.
Eramos unos Animals matándonos a patadas!
Si a alguien le debo mi amor por Estudiantes es a Luis Raimundo, el técnico de aquel glorioso team de niños salvajes que éramos.
Pienso en mi amigo Diego, su hijo, que en aquellos tiempos soñaba ser Juan Ramón Verón para darnos el Campeonato tanto como hoy, su hijo Bruno, sueña ser Juan Sebastián para darnos la Cuarta Libertadores y, por si me quedasen dudas, los veo ( A Diego y a Juan Sebastián ) juntos en el campo del Mineirao con la Copa, esa que tanto soñamos traer de vuelta a casa…

Carlitos Cajade hablándome de SU Estudiantes….

El Ruso Prátola y su lucha desigual contra una enfermedad por demás injusta….

La tarde/noche en que el mismo Diego que jugaba conmigo a los 6 años y dio la vuelta en el Mineirao me dijo: “Rusito, voy a ser el Secretario de Prensa del Club, y quiero decirte que Estudiantes es tan, pero tan grande, que tiene que tener su propia canción” y, por si hiciera falta algo para convencerme, lo llamó a Paolo Trama para contarle que yo soñaba ser como él….

Toda la gente que me escribió para contarme que la canción le traía de vuelta a algún familiar que ya no estaba y que desde la platea preferencial gritaba, ahora, los goles…

Claudia Zozaya, la hija del Profesor Alberto, quien me permitió tener en mis manos la camiseta de su Papá, el primer goleador de la historia del fútbol profesional argentino, y, como no podría ser de otra manera, Pincha.

Todo, absolutamente todo pasa por mi mente….

El hecho de llevar al León en la sangre, en el ADN, en el corazón….
Desde Alberto Zozaya hasta su bisnieto Simón.
Desde Juan Ramón hasta Juan Sebastián.
Desde el Beto Infante hasta Guillermo Trama.
Desde Bilardo hasta el Ruso.
Desde Cacho Malbernat hasta Leandro Desábato.
Desde Osvaldo Zubeldía hasta Mariano Mangano.
Desde Nolo Ferreyra hasta Alejandro Sabella.
Desde el Profe Jorge Kistenmacher hasta el Dr. Roberto Marelli.
Desde Old Trafford hasta Mineirao.
Desde Luis Raimundo hasta su nieto Julián.

En resumidas cuentas, me viene a la mente Estudiantes de La Plata…..

La puta madre, creo que me voy a largar a llorar de nuevo.

Mi casa de 57

Era linda mi casa de 57….

Al menos yo la veía linda….

Mi vieja, con su magro sueldo docente, no podía lograr que tuviésemos casa propia, así que allí alquilábamos y vivíamos todos…

El Bisabuelo León, la Abuela Jacinta, mi Mamá y yo.

Por tradición familiar y por cariño, al Bisabuelo todos le decíamos “Zeide”, que significa “Abuelo” en Yiddish.

En mi casa, el Yiddish sólo se usaba para nombrarlo a León y para que mi Mamá y mi Abuela hablasen de cosas que yo no tenía que enterarme porque era muy chico para poder entenderlas…

Pero lo mejor de todo era vivir en la calle 57.

La misma calle de la gloria eterna… a pocas cuadras de donde el paraíso se mezcla con el cielo.

La misma calle de la cancha de Estudiantes.

Era, en aquella época, muy aburrido ser hijo único.

Sobre todo los domingos por la tarde….

Era raro tener que jugar solo a la pelota….

Ser arquero y delantero al mismo tiempo.

Algo parecido a ser Guillermo Trama con los guantes de Delménico.

El asunto era más o menos así….

El patio era chico…. muy chico, y yo, con 12 años, me las tenía que arreglar para hacer la jugada… cobrar el penal… patear… y atajarlo al mismo tiempo.

No era tan sencillo como parece a simple vista.

Había que estar muy concentrado para saber en que momento ser Paolo y en cual Delménico.

Por suerte el Dr. desde el banco de suplentes me daba siempre una instrucción precisa sobre que hacer en cada jugada.

Contaba, eso sí, con la inestimable colaboración de la descascarada pared del fondo, que hacía las veces de equipo rival.

Yo pateaba siendo Guillermo Trama y, cuando la pelota rebotaba en la pared, me transformaba en Juan Carlos Delménico para atajar el penal salvador que nos daba el campeonato.

Siempre ganaba los campeonatos atajando el penal que nos daba el triunfo y nos permitía conservar ese punto de diferencia con el equipo rival que venía segundo en la tabla general….

Siempre en el último minuto…

Cada domingo era lo mismo…

La voz de Tito Ruffa desde Radio Provincia en la “Tonomac Siete Mares” que cada fecha, religiosamente a las 14, le robaba silenciosamente a mi vieja, aullaba gritando mis goles aunque solo yo pudiese escucharlos….

No importaba si frente a mi equipo estaba Sarmiento de Junín, Platense, Racing de Córdoba o Unión de Santa Fe….

Tampoco si le tenía que patear un penal a “Chocolate” Baley o atajarle uno a Juan Domingo Rocchia…

Tenía que ganarle a todos si quería dar la vuelta.

No viene al caso, pero la historia marca que me expulsaron solo una vez en aquel campeonato…. No me olvido más…

La primera tarjeta roja de mi vida…. Aunque no la última.

Jugábamos la Octava Fecha del Metropolitano ‘82 contra Ferro y veníamos cero a cero…

Gerónimo “Cacho” Saccardi me sacudió un terrible bombazo desde fuera del área y yo, Delménico, desvié la pelota con una volada de antología pero con tanta mala fortuna que el esférico hizo tronar el vidrio que daba al comedor y mi vieja me sacó la roja inmediatamente..

Ni siquiera amarilla…. Roja directa y me fui llorando a los vestuarios que, dicho sea de paso, se parecían bastante a mi habitación.

Por suerte el equipo no sintió mi ausencia y aguantó el cero a cero en un partido que venía muy, pero muy chivo.

La que si lo sintió fue mi pobre vieja, que tuvo que pagar, como pudo, el cristal destrozado.

Seguramente al día siguiente, no aparecería yo en los destacados de la revista “Goles” y el puntaje no pasaría de un 5 por mi expulsión.

No había, en mi patio, chicos que alcanzaran pelotas y que usaran buzos rojos con puños blancos y con la palabra “Estudiantes” escrita en manuscrito en la espalda, así que la “Pulpito” marrón con rayas blancas me tenía que durar todo el campeonato porque mi vieja me compraba una por torneo… de Marzo a Diciembre.

Si la “Pulpo” se pinchaba o se rompía, no había campeonato hasta el año siguiente a menos que la Abuela Jacinta contribuyera para comprar la sustituta.

Cuando durante los partidos la pelota se iba fuera, es decir, a la casa del vecino, estaba en serios problemas.

Allí, en “lo del vecino”, vivía la Sra. García que tenía un estrabismo que hacía que jamás supieras para que lado miraba. Tenía también una hija grande, la Lili, que se había quedado soltera al cuidado de un perro malo que siempre mordía.

Cuando la redonda se iba por encima del travesaño, es decir, por encima del tapial, tenía que avisarle a mi Mamá para que vaya a tocar el timbre porque, si yo saltaba la tapia, el perro, seguramente hincha de Gimnasia, me correría con todo el afán de hincarme los dientes y lesionarme para que no pudiera jugar la próxima fecha.

La antitetánica era como una fecha de suspensión en esos tiempos lejanos.

Contaba, también, en mi infancia, con mi propia hinchada.

Aquella que coreaba mi nombre aunque yo no estuviese jugando el mejor partido y nadie más pudiese escucharlo…

Salvo mi imaginación claro, ese lugar en donde yo era el gran Paolo Trama al comando del equipo.

Los malvones y jazmines de mi abuela formaban parte de la popular y el Zeide León, en su sillón plegable rojo y blanco, estaba en la platea preferencial.

Mi Bisabuelo se pasaba las tardes mirándome patear hacia la pared.

Quizás verme le recordaba su infancia pobre en Rusia donde había que inventarse juegos si uno era chico y quería jugar.

Y era mi mejor hincha… el más fanático… el que aplaudía mis goles, mi tacos, mis gambetas y mis atajadas…

Un viejo hermoso que fue capaz, entre tantas otras cosas, de llorar conmigo una vez que me expulsaron injustamente y la bronca pudo más…

Era hermoso vivir en 57…

La misma calle de la gloria eterna… a pocas cuadras de donde el paraíso se mezcla con el cielo.

La misma calle de la cancha de Estudiantes.

Nunca gané tantos campeonatos como en aquellos domingos en 57….

Lástima que hayan pasado tantos años y mi Bisabuelo ya no esté para corear mi nombre cuando yo, Paolo Trama en el patio de mi casa, haga ese gol que nos de, una vez más, el campeonato.