jueves, 29 de julio de 2010

Las topicaciones de flúor

La única vez que mi Papá me llevó a la cancha fue a ver a Estudiantes….
Creo que, por más tiempo que pase, jamás podré olvidar esa sensación….
El “Oooh, no te vayas Campeón, quiero verte otra vez…” Resuena en mis oídos cada vez que cierro los ojos.
Yo no me crié con mi Papá.
Cada vez que él venía a la Ciudad de La Plata a verme, desde ese pueblito donde yo había nacido, había que hacer alguna actividad…
Por lo general ganaban las que a mi Papá le gustaban…
Jamás las que me gustaban a mí.

Siempre se imponía ir a ver espectáculos de folklore pero nunca fútbol…..
Esas cosas que tiene la gente de pueblo…
…y mi viejo era un pueblerino.
Mi abuelo le dio la posibilidad de estudiar y recibirse de médico con honores en la Ciudad de Buenos Aires y sin embargo, nunca dejó de ser un pueblerino, de esos que creen que la ruta que pasa por el pueblo es la frontera y todo lo que está del otro lado se llama mundo exterior….
Y hacia ese pueblo donde un día yo nací, volvió un día….
Así hizo su vida y su camino…

Yo, por suerte, elegí un camino distinto….
Elegí ser músico.
Un camino único que no se puede expresar con palabras…
Tan único como ser hincha de Estudiantes.

Volviendo al tema, el asunto es que una sola vez en mi vida convencí a mi Papá que Paolo Trama era mejor que el Chango Nieto porque no cerraba los ojos para hacer los goles.
Que la cancha de Estudiantes era mejor que “La Vizcachera”.
Y todo bien con el Chango pero Paolo era Lennon con la 9 y yo siempre fui fan de los Beatles.
Y hacia allá fuimos…. A 57 y 1…
La Capilla Sixtina del Fútbol….
El Vaticano de los ateos….
La Cancha de Estudiantes de La Plata.

Jugaba el equipo del Dr. contra el Vélez del Beto Alonso…..
29 de Enero de 1983… Imposible de olvidar…
Fecha 37 del Metro ’82..

La única vez que logré que mi viejo me lleve a la cancha y el partido duró solo 45 minutos…
Me quería morir.
Toda una vida esperando para ver al Pincha y de golpe todo se escurre en 45 minutos.

Tuve la mala suerte que un petardo estallara en el vestuario visitante y que el Beto Alonso, aquella figura de River que en ese momento jugaba para El Fortín, se hiciera el aturdido….
El mismo Alonso que, sin saberlo, nos dio la posibilidad de disfrutar de la magia de Alejandro Sabella…
Una aturdida del Beto bastó para que el referí suspendiera el partido.

Yo tenía ganas de ir al vestuario a explicarle al árbrito: “ Mire Jefe, me costó 12 años de mi vida lograr que mi viejo me traiga a la cancha para que usted me suspenda el partido así como así?”
No era justo….
Cuando volví a mi casa me largué a llorar dentro del baño por la impotencia y porque no quería que mi Papá me viera llorar…

Me había aguantado como un señorito inglés las topicaciones de flúor que me hacía Saulito Reszes, mi odontólogo, sólo porque era la condición que me había puesto mi vieja para dejarme ir a la cancha.

Menos mal que mi Mamá no le había contado las condiciones a Saulito, que había sido capaz, en su momento, de dejar plantada a Delia, su novia, solo porque jugaba el León y él no podía faltar.
Estoy seguro hoy, que si Saulito hubiera sabido que las topicaciones eran la condición para ver al Pincha me hacía la segunda e íbamos los dos juntos a la tribuna.
A la mierda las topicaciones de flúor! Pincha hasta la muerte!
No me cabe ninguna duda.

Tuve que esperar, conteniendo esa mezcla de bronca y ansiedad, hasta el 11 de Febrero para que se juegue el segundo tiempo.
Para ver el centro del Bocha Ponce y ese cabezazo mágico del Tata que valía lo mismo que un pasaje a Córdoba para todo el equipo para enfrentar al Talleres del Chocolate Baley, Chupete Guerini y la Pepona Reinaldi….
Aún lo escucho a Juan Carlos Morales gritar el gol de Brown por Radio Rivadavia….
La gloria al alcance de la mano…

Segundas partes algunas veces son buenas.

Para ver el complemento tuve que pedirle a Elías, el Papá de Lucas, un amigo, que me lleve a la cancha, porque mi viejo no tenía tiempo para llevarme, ni siquiera estaba en La Plata.
Peor aún… No era hincha de Estudiantes.
Él se lo perdió….
Jamás sabrá la emoción que se siente cuando uno llega a una final.

No pude ir a Córdoba…
No daba la edad ni la economía familiar pero, si cierro los ojos, escucho la formación de aquel día…..

Delménico; Camino, Brown, Landucci, Herrera; Russo, Ponce, Trobbiani; Trama, Sabella, Gottardi.
Director Técnico: Carlos Salvador Bilardo.

Siento en la piel los cambios que elaboraba el privilegiado instinto del Dr. que mientras se arreglaba la corbata le decía a Claudio Gugnali que entraba por el gigante Abel Herrera….
Jamás entendí por que a Abel Herrera le decían “Enano”…
Para mí siempre fue un gigante que, con la 5 en la espalda, defendía la camiseta rojiblanca como si la hubiera inventado él….
Como si Estudiantes fuera su propia casa y la mitad de la cancha, el living al cual uno deja entrar a los invitados que quiere…

Quizás fuera así… Quizás para Herrera, Estudiantes era SU casa y dejaba entrar a quien él quería…
Por como marcaba a los rivales, siempre me dio la sensación que no quería invitados en el living….
Algún día, si tengo la posibilidad de encontrármelo se lo preguntaré…
En esa época, lo esperábamos con Javier, un compañero del Normal 3, cada día en la puerta de su casa para pedirle que nos firme un autógrafo pero no se nos ocurría preguntarle esas cosas…

Tampoco se le ocurría a mi amigo Manzana Ibarrart, años antes de aquellos años, cuando vivía en una casa al final de un pasillo….
En la casa de adelante vivía Oscar Pezzano y cada vez que el Flaco salía para subirse a su Fitito e ir a entrenar, Manzana y sus amigos le gritaban “ Pezzano, Pezzano, atajáme un penal ”…
Y el Flaco, paciente como pocos, se paraba entre dos árboles y hacía la mímica de atajar un penal, solo para que un grupo de chicos, hinchas del Tricampeón, se pusieran contentos y pudieran, en la mesa familiar esa noche, contar que el Flaco Oscar Pezzano les había atajado un penal.

Herrera, Pezzano, el partido contra Vélez…
La puta madre, como me están pasando facturas las primaveras…

Hace ya mucho tiempo que no veo a mi Papá, pero siempre vuelvo a emocionarme cada vez que veo a Estudiantes, como si cada domingo fuera aquel 29 de Enero de 1983.
Como si hubiera tenido que aguantarme las topicaciones de flúor.
Como si fuera la primera vez.

Roberto Marelli, el Quinto Beatle

"Miren bien ese sótano... De allí salieron los Beatles”.

Estoy sentado en la sala de espera de una odontóloga ( a la cual no conozco ) esperando mi turno y me viene a la mente esa frase, y la frase que vino después de esa frase.

“Los Beatles se plantaron solos contra el mundo y ganaron, y lo lograron porque creían en lo que hacían, creían en sus ideales. Bueno, nosotros somos como los Beatles, estamos solos contra el mundo y queremos ganar apoyados en la fuerza de nuestros ideales”.
Lo vuelvo a pensar y a tratar de ordenarlo dentro de mi cabeza y se me pone la piel de gallina.
La puta madre, que tipo impresionante!
Para los que profesamos la religión Bilardista y nos hemos criado soñando ser como Lennon esa frase se nos hace antojadizamente única e inigualable.
Sigo esperando mi turno y hago fuerzas para que no se me piante un lagrimón mientras repaso cada palabra de sus frases.
Me suenan una más increíble que la otra.

Solamente el Doctor Roberto Marelli podía contarle de los Beatles a Cacho, al Tucu, a la Bruja, a Manera, a Poletti, a sus colegas Madero y Bilardo, a todos….
Solamente él.
Será que ayer se hizo imortal y por eso hoy recuerdo todas las frases juntas?

Quizás sea eso. Quizás sea la tarde que pasamos con mi amigo Diego en la casa del Profe Kistenmacher escuchando anécdotas. Quizás sea que me estoy viniendo viejo y me pongo más sensible.
Quizás.
Los Fab Four.. Los Beatles de La Plata… Mangano, Zubeldía, Kistenmacher y Marelli.
Insisto. Que tipos impresionantes.

Ayer se fue el Doctor Marelli, un grande.

Estoy casi seguro que todos los muchachos Campeones del Mundo pusieron un disco de los Beatles para despedirlo.
Yo lo hice.
Puse Sgt. Pepper en mi casa y mientas sonaba “A day in the life” le dije, por si de casualidad pudiera escucharme:
Hasta siempre Doctor, gracias por tantas alegrías. Charle mucho con Harrison… con Zubeldía… con Lennon… con Mangano.
Tenga la plena seguridad que van a estar todos de acuerdo.
Si Ud ya lo dijo mejor que nadie:
“Se puede ganar, perder o empatar, lo que no se puede es defraudar a la gente”
Hasta siempre Doctor…. Hasta la próxima vuelta olímpica.

Mi propia vuelta olímpica

Escribo esto sentado en el mismo lugar donde escribí “El cielo nos queda muy chico” y “El 11 ( tatuado en el alma )”.
La misma silla, la misma mesa…. La misma emoción.
Por mi cabeza pasan tantas cosas que serían imposibles de enumerar.
Los golpes de la vida hacen que uno, por momentos, deje de recordar lo lindo que es llorar de emoción.
Hacía tiempo que no lo hacía como lo hice la otra noche.
Tantas cosas se me pasaron por la cabeza cuando Chandías pitó el final…
Casi las mismas que pasan en estos momentos por mi mente….

Mi infancia de hijo único soñando ser como Paolo Trama, haciendo goles en el patio de mi casa de la calle 57, cuando mi vieja se rompía el lomo para que yo pudiera comer y estudiar guitarra al mismo tiempo…

Cuarenta mil personas rugiendo en el Único, una semana atrás, en el partido de ida solo por la emoción de ver al León una vez más coronarse rey de América.

Cinco mil ser locales contra sesenta y cinco mil visitantes que, para peor de males, estaban en su casa….

Los partidos de aquel glorioso y salvaje equipo de mis compañeros de primaria: Mane, Choli, Mariano, Dieguito, Pablito, Santi, Emi, Estepa, Rami, Janchi… mi inigualable “Estudiantes del Parque Saavedra” en el cual me tocaba ser Oscar Pezzano….
Esos mismos chicos que 30 años después me llamarán porque están emocionados escuchando por todas las radios y canales de TV la canción que escribió el arquero de su equipo..
El gordito que iba al arco… yo.
Eramos unos Animals matándonos a patadas!
Si a alguien le debo mi amor por Estudiantes es a Luis Raimundo, el técnico de aquel glorioso team de niños salvajes que éramos.
Pienso en mi amigo Diego, su hijo, que en aquellos tiempos soñaba ser Juan Ramón Verón para darnos el Campeonato tanto como hoy, su hijo Bruno, sueña ser Juan Sebastián para darnos la Cuarta Libertadores y, por si me quedasen dudas, los veo ( A Diego y a Juan Sebastián ) juntos en el campo del Mineirao con la Copa, esa que tanto soñamos traer de vuelta a casa…

Carlitos Cajade hablándome de SU Estudiantes….

El Ruso Prátola y su lucha desigual contra una enfermedad por demás injusta….

La tarde/noche en que el mismo Diego que jugaba conmigo a los 6 años y dio la vuelta en el Mineirao me dijo: “Rusito, voy a ser el Secretario de Prensa del Club, y quiero decirte que Estudiantes es tan, pero tan grande, que tiene que tener su propia canción” y, por si hiciera falta algo para convencerme, lo llamó a Paolo Trama para contarle que yo soñaba ser como él….

Toda la gente que me escribió para contarme que la canción le traía de vuelta a algún familiar que ya no estaba y que desde la platea preferencial gritaba, ahora, los goles…

Claudia Zozaya, la hija del Profesor Alberto, quien me permitió tener en mis manos la camiseta de su Papá, el primer goleador de la historia del fútbol profesional argentino, y, como no podría ser de otra manera, Pincha.

Todo, absolutamente todo pasa por mi mente….

El hecho de llevar al León en la sangre, en el ADN, en el corazón….
Desde Alberto Zozaya hasta su bisnieto Simón.
Desde Juan Ramón hasta Juan Sebastián.
Desde el Beto Infante hasta Guillermo Trama.
Desde Bilardo hasta el Ruso.
Desde Cacho Malbernat hasta Leandro Desábato.
Desde Osvaldo Zubeldía hasta Mariano Mangano.
Desde Nolo Ferreyra hasta Alejandro Sabella.
Desde el Profe Jorge Kistenmacher hasta el Dr. Roberto Marelli.
Desde Old Trafford hasta Mineirao.
Desde Luis Raimundo hasta su nieto Julián.

En resumidas cuentas, me viene a la mente Estudiantes de La Plata…..

La puta madre, creo que me voy a largar a llorar de nuevo.

Mi casa de 57

Era linda mi casa de 57….

Al menos yo la veía linda….

Mi vieja, con su magro sueldo docente, no podía lograr que tuviésemos casa propia, así que allí alquilábamos y vivíamos todos…

El Bisabuelo León, la Abuela Jacinta, mi Mamá y yo.

Por tradición familiar y por cariño, al Bisabuelo todos le decíamos “Zeide”, que significa “Abuelo” en Yiddish.

En mi casa, el Yiddish sólo se usaba para nombrarlo a León y para que mi Mamá y mi Abuela hablasen de cosas que yo no tenía que enterarme porque era muy chico para poder entenderlas…

Pero lo mejor de todo era vivir en la calle 57.

La misma calle de la gloria eterna… a pocas cuadras de donde el paraíso se mezcla con el cielo.

La misma calle de la cancha de Estudiantes.

Era, en aquella época, muy aburrido ser hijo único.

Sobre todo los domingos por la tarde….

Era raro tener que jugar solo a la pelota….

Ser arquero y delantero al mismo tiempo.

Algo parecido a ser Guillermo Trama con los guantes de Delménico.

El asunto era más o menos así….

El patio era chico…. muy chico, y yo, con 12 años, me las tenía que arreglar para hacer la jugada… cobrar el penal… patear… y atajarlo al mismo tiempo.

No era tan sencillo como parece a simple vista.

Había que estar muy concentrado para saber en que momento ser Paolo y en cual Delménico.

Por suerte el Dr. desde el banco de suplentes me daba siempre una instrucción precisa sobre que hacer en cada jugada.

Contaba, eso sí, con la inestimable colaboración de la descascarada pared del fondo, que hacía las veces de equipo rival.

Yo pateaba siendo Guillermo Trama y, cuando la pelota rebotaba en la pared, me transformaba en Juan Carlos Delménico para atajar el penal salvador que nos daba el campeonato.

Siempre ganaba los campeonatos atajando el penal que nos daba el triunfo y nos permitía conservar ese punto de diferencia con el equipo rival que venía segundo en la tabla general….

Siempre en el último minuto…

Cada domingo era lo mismo…

La voz de Tito Ruffa desde Radio Provincia en la “Tonomac Siete Mares” que cada fecha, religiosamente a las 14, le robaba silenciosamente a mi vieja, aullaba gritando mis goles aunque solo yo pudiese escucharlos….

No importaba si frente a mi equipo estaba Sarmiento de Junín, Platense, Racing de Córdoba o Unión de Santa Fe….

Tampoco si le tenía que patear un penal a “Chocolate” Baley o atajarle uno a Juan Domingo Rocchia…

Tenía que ganarle a todos si quería dar la vuelta.

No viene al caso, pero la historia marca que me expulsaron solo una vez en aquel campeonato…. No me olvido más…

La primera tarjeta roja de mi vida…. Aunque no la última.

Jugábamos la Octava Fecha del Metropolitano ‘82 contra Ferro y veníamos cero a cero…

Gerónimo “Cacho” Saccardi me sacudió un terrible bombazo desde fuera del área y yo, Delménico, desvié la pelota con una volada de antología pero con tanta mala fortuna que el esférico hizo tronar el vidrio que daba al comedor y mi vieja me sacó la roja inmediatamente..

Ni siquiera amarilla…. Roja directa y me fui llorando a los vestuarios que, dicho sea de paso, se parecían bastante a mi habitación.

Por suerte el equipo no sintió mi ausencia y aguantó el cero a cero en un partido que venía muy, pero muy chivo.

La que si lo sintió fue mi pobre vieja, que tuvo que pagar, como pudo, el cristal destrozado.

Seguramente al día siguiente, no aparecería yo en los destacados de la revista “Goles” y el puntaje no pasaría de un 5 por mi expulsión.

No había, en mi patio, chicos que alcanzaran pelotas y que usaran buzos rojos con puños blancos y con la palabra “Estudiantes” escrita en manuscrito en la espalda, así que la “Pulpito” marrón con rayas blancas me tenía que durar todo el campeonato porque mi vieja me compraba una por torneo… de Marzo a Diciembre.

Si la “Pulpo” se pinchaba o se rompía, no había campeonato hasta el año siguiente a menos que la Abuela Jacinta contribuyera para comprar la sustituta.

Cuando durante los partidos la pelota se iba fuera, es decir, a la casa del vecino, estaba en serios problemas.

Allí, en “lo del vecino”, vivía la Sra. García que tenía un estrabismo que hacía que jamás supieras para que lado miraba. Tenía también una hija grande, la Lili, que se había quedado soltera al cuidado de un perro malo que siempre mordía.

Cuando la redonda se iba por encima del travesaño, es decir, por encima del tapial, tenía que avisarle a mi Mamá para que vaya a tocar el timbre porque, si yo saltaba la tapia, el perro, seguramente hincha de Gimnasia, me correría con todo el afán de hincarme los dientes y lesionarme para que no pudiera jugar la próxima fecha.

La antitetánica era como una fecha de suspensión en esos tiempos lejanos.

Contaba, también, en mi infancia, con mi propia hinchada.

Aquella que coreaba mi nombre aunque yo no estuviese jugando el mejor partido y nadie más pudiese escucharlo…

Salvo mi imaginación claro, ese lugar en donde yo era el gran Paolo Trama al comando del equipo.

Los malvones y jazmines de mi abuela formaban parte de la popular y el Zeide León, en su sillón plegable rojo y blanco, estaba en la platea preferencial.

Mi Bisabuelo se pasaba las tardes mirándome patear hacia la pared.

Quizás verme le recordaba su infancia pobre en Rusia donde había que inventarse juegos si uno era chico y quería jugar.

Y era mi mejor hincha… el más fanático… el que aplaudía mis goles, mi tacos, mis gambetas y mis atajadas…

Un viejo hermoso que fue capaz, entre tantas otras cosas, de llorar conmigo una vez que me expulsaron injustamente y la bronca pudo más…

Era hermoso vivir en 57…

La misma calle de la gloria eterna… a pocas cuadras de donde el paraíso se mezcla con el cielo.

La misma calle de la cancha de Estudiantes.

Nunca gané tantos campeonatos como en aquellos domingos en 57….

Lástima que hayan pasado tantos años y mi Bisabuelo ya no esté para corear mi nombre cuando yo, Paolo Trama en el patio de mi casa, haga ese gol que nos de, una vez más, el campeonato.