jueves, 26 de agosto de 2010

El día que Sebastián jugó en Estudiantes del Parque Saavedra

Una semana atrás…

Diluvia en el Country.
Por como llueve parece que fuera la última vez.
Con mi amigo Diego charlamos de las inclemencias del clima y recordamos las tardes embarradas en el Parque corriendo detrás de la “pulpito”.
Alejandro, con una carpeta repleta de anotaciones, se acerca hacia nosotros con su característico andar.

- Que hacés Ale, como va? Lo saludo sonriendo.
- El Trovador de Estudiantes – me responde mientras me da un abrazo.

Alejandro Sabella sabe por qué estoy allí. Conoce la historia de “Camisetas de pique”. Yo mismo se la conté una tarde en el Country cuando lo invité a participar de la grabación.
Había escuchado la canción meses atrás en Ensenada junto a Claudio Gugnali y los chicos de La Zubeldía y no la había olvidado.

Un rato después…


- Vení, vamos para el Golf que se presenta la nueva camiseta, trajiste la letra que te pedí? Inquiere mi amigo.

- Si la traje, acaso alguna vez te fallé? Por que me preguntás? Le respondo en tono de broma.

- Por nada, por nada. Me dice Diego y, bajo una lluvia torrencial, hacia allá partimos.


Cámaras y más cámaras de TV a la espera de la presentación y yo que no se que mirar primero. Si las camisetas, si los pantalones, si las medias.

Diego me mira y se ríe.

- Ruso, no las mires tanto que las vas a gastar. Me dice largando la carcajada.

No hay caso, sigo siendo aquel niño que, en el Parque, soñaba jugar en Estudiantes.

- Vení Rusito, Me dice mi amigo - acompañame que tengo que hablar con alguien.

Camino detrás de él esquivando la maraña de cables de las cámaras y de golpe escucho una voz que se me antoja familiar.

- Que hacés Iván, como andás?

Levanto la vista y veo que, para mi sorpresa, Juan Sebastián Verón me sonríe mientras me saluda con un beso.

Diego conoce mejor que nadie la historia de “Camisetas de pique”, la vivimos juntos y sabe que esta canción es suya, que es la historia de nuestra hermosa infancia de la mano de Luis, su Papá.
Sabe tan bien como lo se yo, que ambos soñábamos, de niños, este presente que hoy vivimos.
Parece que Diego no había olvidado cuando una tarde en su casa, hace meses atrás, le conté cuanto me gustaría que el 11 también participase en la canción.

- Estaría buenísimo que tires unas paredes con el 11, no? Preguntale si se copa, bah, si es que te animás a tirarle una pared al 11. Recuerdo que le dije en broma para chicanearlo.

Diego nos mira a ambos y dice:

- Bueno, los dejo. Uds. tienen cosas importantes que hablar y yo no quiero ni enterarme. Y se va riendo entre las cámaras.

- Vení, vamos atrás así hablamos tranquilos. Me sugiere Sebastián.

Antes de poder contarle mi idea al 11, me sorprende con un comentario.

- Hace días que vengo pensando en tus canciones, me gustan mucho. A ver cuando te escribís un par de letras y me invitás a participar.

El comentario de Sebastián me deja mudo, sobre todo porque cuando le pregunto si me lo dice en serio, me responde:

- Por supuesto que te lo digo en serio.

- Me vas a hacer sentir que soy la banda de sonido de estos colores. Le digo aún sin reponerme de su comentario.

- Es que es así y está muy bien que así sea. Sentencia el 11 con una sonrisa. Contame que necesitás.

- Necesito pedirte un pequeño favor Sebastián. Arranco temeroso de la negativa y, lo peor de todo, no se como seguir.

- Vos podés pedirme lo que quieras. Responde como para dejarme tranquilo y me deja más nervioso de lo que ya estaba.

Sebastián escucha atento la historia de “camisetas” mientras se la voy contando, me mira, se sonrie con mis anécdotas y, siento que a medida que avanzo, comienza a emocionarse con el relato.
Le cuento de Luis, de los fulbazos en el Parque, de Dieguito soñando ser Juan Ramón, en fin, le cuento nuestra infancia.

Mientras lee la letra que le di segundos antes me dice:

- Esto está muy bueno. Es verdad lo que decís de Diego y su hijo? Nunca me lo contó.
- Y, viste como es Diego, ya lo conocés, claro que es verdad. Le respondo sonriendo.
- Contame que tengo que hacer que me gusta mucho la idea. Me dice el 11 mientras sigue leyendo la letra.

Le cuento, mientras ahora el que se emociona soy yo, que si cierro los ojos lo imagino tirando paredes con nosotros en el Parque, escuchando la charla técnica de Luis, gritándole a Martincito que apure la marca y, sobre todo, lo imagino siendo el Capitán de Estudiantes del Parque Saavedra.

- Me gustaría que, por un rato y para esta canción, vuelvas a tener 11 años y juegues con nosotros, que seas un chico más y formes parte del Glorioso Estudiantes del Parque. Le comento. Eso es lo que quería pedirte.

- En serio me decís? Claro que quiero. Me responde Sebastián y sigue - Es un honor para mí. Cuando vos quieras lo hacemos, no tenés más que decirme cuando y lo hacemos.

Le agradezco al 11 de corazón y como la emoción me lo permite y, nuevamente, me sorprende su respuesta.

- No Iván, yo te lo agradezco a vos. Sabés que? De chico yo también soñaba en voz alta.

El carisma del gran Capitán brilla como si hubiera un sol fulgurante. Y afuera sigue lloviendo a cántaros.

Esta mañana, una semana después de una semana atrás…

El sol quema en el Country. A diferencia de la semana anterior, hoy es un día espléndido.
Me encuentro con Diego en el lugar de siempre y a la hora señalada.

- Que hacés Rusín, por acá te andaban buscando – me desayuna mi amigo.

- Que hacés Dieguín, quien me busca? – Respondo ni lerdo ni perezoso.

- Ahhhhh! espera y verás mi fiel Aprendíz – Me sorprende Diego riendo a carajadas.

Luego de unos minutos al sol, del gimnasio de la concentración comienzan a salir los jugadores del plantel profesional.
Mientras saludo tímidamente a los chicos, se acerca Juan Sebastián Verón y me dice:

- Iván, como vamos? Yo era el que te andaba buscando. Trajiste para que pueda grabar?

Obviamente, mi mochila rebalsaba de grabadores, cámaras y todo lo que pudiese ser necesario para ese momento que, en mi fuero íntimo, aún me costaba asimilar como real.

- Hola Sebastián, como estás vos? Si, traje en la mochila algo para grabar así que cuando quieras lo hacemos. – Respondo entre sorprendido y ansioso.

- Dale buenísimo – me replica el 11 – Si no estás muy apurado, esperame un ratito que terminamos el entrenamiento y grabamos tranquilos.

- Ningún apuro Sebas, dale tranquilo que yo te espero. Le digo mientras me descubro hablando con el Capitán América con la cotidianeidad con la que hablo con Diego.

Diego, que escuchaba la charla a distancia, me dice cuando los jugadores comienzan a entrenar y nadie nos escucha:

- Ves como es el 11? Ves por que es el más grande de todos? Porque viene, te llama por tu nombre, te muestra que está ansioso por grabar, y encima te pregunta si estás apurado. Esas acciones lo hacen más grande de lo que ya es. Y eso que es enorme.

Sería redundante agregar algo a lo que me dice mi amigo cuando nos hemos pasado tardes enteras charlando sobre esos gestos que tiene Sebastián para con la gente.

Cuando termina el entrenamiento, el 11 pasa y me dice:

- Me baño y estamos, seguro tenés tiempo?

- Si, seguro, dale tranquilo que no hay apuro. Le respondo y comienzo a sentir una ansiedad similar a la que sentía de niño un minuto antes de comenzar a jugar el derby en el parque.

Sebastián sale de la concentración después de un rato y me dice:

- Ahora sí, vamos que jugamos con Estudiantes del Parque Saavedra; Dónde te parece que grabemos? – me pregunta.

- Y, Sebas, la verdad? Creo que no debe haber lugar mejor que una cancha para grabar esto. Le respondo y siento que me tiemblan las piernas. 30 años después vuelve a salir a la cancha el Glorioso Estudiantes del Parque Saavedra.

El 11 me pregunta sonriendo:

- Juego con la 11, no?

- Vas a tener que discutirlo con Diego – le respondo risueño – Normalmente la usa él.

Después de hacer varias tomas para la canción me quedo charlando de música con el 11 a un lado de la cancha 1 del predio y, en un momento, me sale del alma decirle:

- Sebastián, siento que no me va a alcanzar la vida para agradecerte este gesto.

- Noooo, vos estás loco. Ya te dije que para mí es un honor jugar en Estudiantes del Parque Saavedra. – Me responde el 11 sonriente mientras me abraza y me repite casi al oído - Para mí es un honor.

Hoy…

Siento que quizás esa mañana en el Country me hice adulto. Que la mejor despedida que podría haberle dado a mi infancia y a Luis es esta canción.
Daría lo que no tengo por volver a ver a Luis aunque sea unos minutos para poder decirle:

- No sabés Luis, no sabés! Hubo un día en el que Estudiantes del Parque Saavedra, tu Estudiantes, volvió a salir a la cancha y tuvo un integrante más, vino a préstamo por un partido solo para jugar por vos.
Si Luis, de verdad.
Es Juan Sebastián Verón que tuvo que pedirle prestada la 11 y la cinta de Capitán a Diego, tu hijo.
Y sabés que Luis?, Sebastián estuvo orgulloso de jugar en tu equipo.
El Glorioso Estudiantes del Parque Saavedra.
No Luis, no me lo tuvieron que contar. Yo también jugué ese partido.